martes, 15 de diciembre de 2015

Un sueño

El resto del mundo buscaba las respuestas. 
Ella tenía las preguntas.



Era un domingo con etiqueta de fiesta
de sábado enredado en nostalgia.

Yo caminaba sola,
a caballo entre mi cansancio
y la esperanza que te ordenan tener,
mirando al suelo
-siempre-
para no perder detalle
de la belleza de las cosas que son más pequeñas
                     que nosotros.

No sabía dónde iba:
estaba atrapada entre una huida que acababa
                      siempre liberándome
y una libertad que me volvía presa de mí misma.

De repente
empezó la lluvia
y,
como si fuera una banda sonora programada
de una de esas estúpidas películas felices
o el tiro que indica la salida de la carrera de tu
                      vida hacia la muerte,
levanté la mirada
y fui testigo de cómo Gran Vía guardaba silencio,
como calla quien no sabe qué decir ante lo que
                es más grande que él.

Ella.
Así, con mayúscula,
como se escribe Lluvia, Invierno y Tristeza
o Pájaro, Amor y Saliva.
Ella.

Paseaba despacio,
se la veía tan segura
de que el mundo dependía en ese momento de sus pies
que la prisa no entraba en sus pasos.

Sonreía a solas,
como un prodigio animal en medio de una selva humana.
Parecía que decía:
idiotas, la solución a todo está en nuestras bocas.

Zarandeaba sus manos 
buscando algún tipo de herida,
tenía los ojos de color café batalla 
y en el pelo un millar de caricias en marzo.
Su pecho parecía batirse en retirada a cada latido
y sin embargo era fácil entender que era el aire
el que respiraba a ella.

Miraba al horizonte:
cualquiera en su loco juicio 
hubiera dicho de ella que tenía todas las preguntas,
que era una niña perdida
que había venido a salvar(me d)el mundo
porque nunca lo sabría,
que probablemente habría nacido en una nube
y se marcharía con la próxima tormenta
con el resto de todas esas historias
que violan con violencia vidas.

A través del deseo
de querer besarle los párpados,
me di cuenta de que era uno de esos seres 
que jamás, 
ni aun empeñando tu empeño,
podrías llegar a conocer.

Era una de esas maravillas 
que te hacen querer ser humano.

Juro que no exagero
si os digo que todo mi invierno se concentró en su cara,
que la lluvia era más pequeña que ella
-igual que mi corazón,
los árboles y la contaminación de Madrid-,
que nada tienen que hacer las mariposas y los terremotos
cuando ella pestañea,
que la miré como si Gran Vía fuera el diluvio universal
y Noé la hubiera señalado solo a ella.

Que la vida 
puede durar un cruce de miradas
en medio de una tormenta.
Y os aseguro que eso es un regalo,
eso es más que suficiente.

E igual que apareció
se marchó:
como quien camina de puntillas
y provoca estampidas de latidos.
Disimulando,
como si no creyera en la poesía
y pensara que todo lo que no se dice en voz alta
no existe.
Como un secreto,
ignorante de que son silencios
que hacen más ruido que la verdad.

Y yo la dejé irse,
sin nombrarla,
para no romper su existencia.



Soñando a veces

Intento imaginar qué estás haciendo,
qué tienes ahora mismo en la cabeza,
es duro cuando va pasando el tiempo
y sólo quedan restos de tristeza.

No hay teclas de reinicio milagrosas,
detrás de cada error hay consecuencias
que pesan en el alma como losas.
Vivimos a pesar de las ausencias.

Me da por escribir, ya me conoces,
y sé que suena obvio lo que digo,
si no quieres leer, no te lo impido.

Pregunto dónde estás soñando a voces,
con quién despertarás si no es conmigo
Juré olvidarte pronto No he podido.

No es verdad.

Uno cree que porque le duela le van a permitir gritar.
No es verdad.

-

Este calendario son dos años rotos y este es el penúltimo mes.

El primer y último desayuno de cientos 63.

Desayunaban todos los días en la misma cafetería. Cada uno a una hora diferente. Nunca tomaron la misma decisión al mismo tiempo. Un día ella se atrevía con el café y él elegía el batido que usualmente tomaba ella los miércoles. Otras él hojeaba el periódico dos horas antes de que ella abriese un libro de Kafka.
Otras ella no llegaba a sentarse en la segunda mesa al fondo a la izquierda, que es donde siempre se sienta él. Y tenía que salir disparada a la oficina una hora andes de que él llegase, sin prisa.

Desayunaban todos los días en la misma cafetería cada uno a una hora diferente, donde desayunaron la primera mañana; a las diez. Antes de saber que esa había sido su última noche.

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MAR.
29
Índice de una despedida; todas las canciones mienten.

Esta no es la última vez que voy a escribirte
sólo se me da bien mentir a las personas
con folios en blanco no puedo
y tú siempre has sido como un libro abierto
con una piedra por marcapáginas. 

Ojalá te tengan y no dejen de quererte
-(nunca)-
he sabido mirar a los ojos del que ama y negarle el placer de acabar con todo
lo que necesita para sentirse vivo.

Evoco la nostalgia de los cobardes
para escribir sobre los valientes que se atrevieron a soltar las manos de la cornisa.

Ojalá siempre tengas miedo para que puedan quitártelo todo.

Que te den la mano para cruzar la calle
que se os pongan en rojo los semáforos
quitándoos las legañas del que no duerme
porque no quiere
o porque te quiere hacer sudar
sin esfuerzo.

Que te follen más o menos
pero que te lo hagan
el amor o feliz
lo que seas.

Ojalá te despierten en París
estés en la ciudad que estés
todas las mañanas.

Siempre nos quedará Grecia

Ojalá el camino te encuentre a ti
y no tenga cojones a despertarte.

Que no te haga falta Navidad para recibir regalos
que no tengas que morir para recibir flores
que te pongan el grito en el cielo solo si piensan subirte
y que no te suelten
-(nunca)-
he sabido como despedirme
saludando sin perder las formas 
y los vestidos de volantes.

Que te besen con las mismas ganas con las que me fumo el primer cigarro del día
y te traigas como desayuno a la cama
y se queden a comer
hasta que te acabes toda esa tristeza
que fui acumulando bajo tu cama
mientras te hacías la dormida.

Que te multen los vecinos por la risa
y que lo pague otro.

Que te vaya bien.


Que te vayas bien.

Pero lejos.



domingo, 13 de diciembre de 2015

Viceversa

Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte

tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte 
y temores de oírte

o sea
resumiendo
estoy jodido
                                                             y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también 
                                                          viceversa.

La felicidad también es un lugar

Deberías vernos galopar por las calles de la tarde,
enamorados como tontos, imbéciles de amor,
tanto que si no fuéramos nosotros
también yo pensaría que nos meremos una paliza
cada vez que nos viera pasar.
Le echaría la culpa al dios de los poetas
por permitir a dos hacerse poesía en plena calle,
¡como si nada!
Esos somos nosotros. Ella y yo.
Seremos.

Llevo encima tres besos de más y me están subiendo demasiado,
tanto que estoy pensando en decirle que se venga,
que se venga para siempre, sin paraguas ni botones,
que se venga  a matar a todos los poetas
que tengan en la frente un minuto de cordura,
a matar a todos los amantes que piensen
que pueden salir intactos de una historia de amor,
matar a quienes se beses con precaución,
a quienes se toquen con guantes,
a todos aquellos que sigan las santas leyes del recato.

Y todos dirán 
ahí vienen dos que se aman, dos que van a ser libro,
que van a escribirse palmo a palmo, en verso a toda plana.
Y al escribirnos tendremos quinientas páginas de lo nuestro
y que vuelen esperanzas de papel por toda la ciudad. 

Dos más uno es el hijo que aún no tenemos.
Creo que lo llamaremos Horizonte
para que cuando le miremos nos recuerde
que el amor es un paisaje y ese niño su constatación.

Contaremos juntos que el amor
es el único deporte en el que hay que empatar,
que el amor es un pasillo sin muros.
Que el amor es una gota, el río, la desembocadura y todo el mar,
desde la lágrima hasta el océano.

Faltará aliento para decirnos tanto pero no imaginación.
Inventaremos un nuevo modo de sentirnos
y un curso de mecanografía
para escribir sin faltas los sueños que inventamos
y con un anillo de sueños cumplidos
le arrancaremos la primera sílaba a la palabra despedida.

Y nuestro amor caerá 
como una guillotina
sobre los matrimonios de conveniencia,
sobre las parejas cuyo único fuego sea cruzado
y haremos montoncitos con los segundos que sobran
para regalárselos al padre
que nunca tenga tiempo para su hijo.

Seremos tan imprudentes como el amor nos exija,
seremos los portavoces de nuestra propia revolución,
y nos crecerán manzanos en los ojos
y flores por dentro
y por respeto al hombre dejaremos atados a un palo
a todos los que un día maltrataron animales. 

Y diremos yo quiero ir a la guerra,              para pararla,
yo quiero ir a tu risa,                para mojarme,
yo quiero inventar un nuevo tiempo verbal en tus caderas
una acción que nunca termine.

Y un curso intensivo donde expliquen
cómo quitarnos la ropa y el dolor.
Un curso intensivo donde expliquen
el número de abrazos que caben en mi coche.

Y una ambulancia por si se desploma la pasión
y una manifestación para llenarla de hombres buenos
que pienses que la belleza es un bien universal
y la empatía es la camino más corto a la justicia.

Y le daremos una flor a todos los señores que tengan cara de cuaderno
y seis noches de sexo a los maridos abandonados
y urnas llenas de esperanza a la población de los suburbios
y borraremos la sonrisa a todos esos gobernantes fabricados en serie
para que sepan qué se siente
cuando la democracia está  apunto de correrse. 

Y sí, sentir deprisa pero querer despacio,
y vivir por un rato como en las redes sociales
y así poder hacerle unfollow a las tardes en las que faltes,
hacerle unfollow a las esperanzas defraudadas,
al ministro y sus despidos,
a los que piensas que una mujer
es solo un modo de llegar hasta el orgasmo,
a los que necesiten mentir para que lo recuerden,
a ese dios que nunca te devuelve la llamada.
Unfollow a los que critican para reducir el tamaño de su fracaso,
a los que les echan la culpa de todo a los políticos,
a los que no les echan la culpa de nada a los políticos,
a los hijos de puta que te perdonan cualquier cosa
menos tu felicidad.
Esos seremos nosotros .
Lo somos desde hace un libro.

Tranquilo, que ya llega, ya puedes vernos,
entrando con paso triunfal por la avenida,
ya puedes vernos, ya casi estamos,
como esos días de luz que preceden a la primavera
aunque sea febrero y el calendario se empeñe en desmentirlo.
Esos días somos nosotros,
el calor que llega,
el anuncio de la vida,
míranos,
que ya llegamos,
llevamos tiempo así.

¿No lo ves?

La felicidad también es un lugar.

Somos nosotros.

Somos nosotros.




sábado, 12 de diciembre de 2015

Todo sigue igual

Esta calle es la misma de siempre,
este edificio es es el mismo de siempre,
este apartamento es el mismo,
idéntica cocina, ningún cambio en el salón,
los mismos muebles de hace años,
ningún jarrón cambiado de su sitio.
Mi habitación es la misma,
la cama sigue igual,
las sábanas tampoco son nuevas.
La almohada es la misma de siempre
y el colchón es el mismo
y tú también sigues siendo 
la misma mujer de la que me enamoré.
Pero  yo no amor, yo ya no soy el mismo.

martes, 8 de diciembre de 2015

II - Me sobra la poesía

Me sobró el resto
desde el primer beso. 

Amor, 
a mí desde que estás
me sobra amor por los cuatro puntos cardinales
de este país que no quería ser conquistado 
y acabó enamorado de tu bandera.
Se me han roto las brújulas 
y ahora mire donde mire
solo
estás 
tú,
y un trozo de mar conjugado en futuro
y un beso en cada ola de tu marea
y varias frases cosidas a tu frente
para que leas poesía cada vez que te mires al espejo.

De igual manera
que me sobran las manos cuando no estás
y tengo demasiados latidos
para tan poco pecho
 - aunque me haya
hecho el corazón más grande que la pena -,
del mismo modo
que mis pies pierden el ritmo
cuando no van a tu casa
 - el aire solo se mueve
cuando tú bailas - 
y el cartero me pregunta por ti
de tanto escribirle a tu nombre...

De igual manera,
me sobran las formas 
y las excusas
y las palabras,
me sobra hasta el silencio
y el eco de las estaciones,
me sobra el pasado
y la tristeza
y los poemas,
me sobra la ciudad
y los enamorados que cabalgan sobre ella,
me sobran las mentiras
- menos esas que consiguen
que te quedes un ratito más - ,
me sobran todos los besos llenos de tinta
y todas las palabras manchadas de saliva
se sobra tu casa
y la mía
y las noches que duran días,
me sobra esta bendita paz
y esta ausencia de ruidos
que me has regalado,
me sobran mis dedos
y mis sueños
y mis dedos que te sueñan
y mis sueños con tus dedos,
me sobra el miedo
y los callejones
y la luz,
me sobran las huellas
porque me sobra el camino.

Desde que estás
me sobra todo lo que tengo
- me sobra hasta lo que no tengo - 
porque tú me das todo.

Mi vida,
desde que estás tú
lo único que me falta
es la muerte.

Y no la echo de menos.
 

XIV - Una flor en medio de un campo de ruinas

Yo era una tarde de invierno,
nostalgia y cenizas en la cama;
los restos de un incendio provocado;
las ruinas que quedan
cuando un castillo es asaltado sin piedad;
un poema cansado
en forma de papel arrugado
en la papelera de una oficina gris.

Tú eras un paseo por el campo
un día de marzo,
el olor a caricia
sobre la hierba recién cortada;
el abrazo de bienvenida en la terminal vacía de un aeropuerto;
la hora del recreo,
la tarde del viernes,
las vueltas a casa después del trabajo,
un sábado por la noche;
un gol por la escuadra
en el último minuto;
el polvo de reconciliación
de todas esas discusiones
que en el fondo solo son excusas
para encontrar nuevas formas de quererse.

Esas eran nuestras credenciales
mucho antes de presentarnos. 

Entonces,
un día de otoño,
sin cartas y sin manga cautelosa,
te acercaste a mí con esa ternura
que solo tienen las personas que saben amar,
me lamiste la tristeza
y nevaste sobre mi espalda tiroteada.
Cosiste con paciencia 
de quien cree en lo que espera
las costuras royas de mi pelo,
llenaste mi almohada de buenas noches
- y mejores sueños - 
al descansar tu cabeza sobre ella
y empecé a acompasar mi respiración
a tus latidos,
y la música empezó a tener sentido.

Un tiempo después,
una mañana de esas en las que el Polo Norte
se concentra en toda la ciudad,
te observé descansar agotada y en paz
sobre mi cama
mientras escuchaba llover a través de la ventana.
Y, de repente, perdí el frío.
Fue así, mirarte fue el deshielo.
Te contemplé
y vi cómo se reconstruía la primavera en mi vida.
La cuatro paredes de mi habitación
se abarrotaron de esas margaritas que solo saben decir que sí.
Te despertaste
y se me llenaron los ojos de pétalos.

Me miraste y te pregunté:
¿Qué has visto ne mí?

Una flor en medio de un campo de ruinas,
contestaste tú. 

Kilómetro

En la radio suena...

Somos dos,
para qué queremos más.

Aproximación


Deberían haberme avisado
de que acabaría sintiéndome como una niña
que aprende a sumar contando los lunares de tu espalda.
Una niña que se siente perdida
si pierde su muñeco preferido.
Una niña a la que se le hacen las horas eternas
cuando espera a que su madre le venga a buscar al colegio.

Quédate.

Deberían haberme avisado
de que moriría por vernos
borrachos,
dispuestos a comernos la noche
(y la boca)
Madrid pidiéndonos tregua,
poniéndonos frenos en las ganas.
Los cuatro portales de tu calle que hay antes de llegar a tu casa
viéndonos intentar clamar las chispas.
Fuego.
Yo no sé qué es el amor
pero he visto arder Madrid,
tu edificio
y tu colchón
cada vez que nos sonreíamos
y me ha importando una mierda morir en el incendio.

Quédate.

Deberían haberme avisado 
de que todo mi mundo acabaría girando alrededor de tu sonrisa
desde que es el único sol que podría llegar a alumbrarme este túnel sin salida.
Que aprendería a morder el polvo porque preferiría cavarme mil tumbas
antes que verte a ti únicamente perder la risa.
Romperte la ropa,
rompernos los labios.
Quiero romperte los miedos
y eres el único 
(y primero)
al que no podría
ni aunque quisiera,
romperle el alma.
Yo que sé,
que ahora estoy enganchada a cada uno de tus precipicios y a tu cielo.



                                                                          Así que quédate.

Conmigo.

Modus operandi

Cuando empieza a doler 
entonces escribo.
Cuando lleva un tiempo doliendo
entonces escribo.
Cuando deja de dolor
entonces escribo.
Cuando no duele nada
entonces escribo sobre
cuando empezaba a doler,
cuando llevaba un tiempo soliendo
o cuando dejaba de doler.

Siempre

Quítate las dudas,
que tenemos la vida a favor
y quiero pasarme la noche
recitando poemas en tu lengua. 

Hoy no me interesa la seguridad
pero me acojona no volver a verte.
Sé que todos necesitamos heridas para estar vivos
pero me he ido ya de tantos sitios, corazón,
que a veces preferiría estar muerto
y alquilarme un piso sin ventanas
en los dos interrogantes de tus ojos.

Te entregué un cuerpo roto de soledad
y me lo devolviste limpio de caricias,
te mostré el catálogo secreto de mis heridas
y me besaste los ojos con tus manos
y justo ahora
que veo las cosas claras si te tengo enfrente,
que tus ojos son los únicos que me salvan de este mundo,
me convertiré en invisible 
y me iré para siempre.

Siempre es hoy, todavía,
y lo que dura un paseo por Madrid
contigo de la mano.
Siempre es una terraza con vistas al cielo,
es bailar borrachos en un piso compartido,
es tirarte al suelo y chuparte el alma,
es pintar con besos las señales de prohibido,
es esperarte
aunque sepa que no soy el único.

Tal vez pasen los meses
y recuerdes lo nuestro
como dos días de lluvia y otoño,
como un romance de libro,
como una inspiración,
o tal vez sea yo quien recuerde 
que huí de tu nombre
porque era un lugar demasiado perfecto,
que amé tus veintiún años
con la misma inocencia que un cinco de enero,
que te entregué mi corazón a mar abierto.

Yo me alejo.
Tú no me olvides.

Y si me echas de menos
no me busques entre sus cosas,
búscame entre tus brazos.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

V. Balas

De qué me sirve tener un corazón a prueba de balas
si lo que me mata es tu boca,
a lo mejor es que yo soy masoca
y necesito de tus arañazos
para creer que he recuperado una de mis siete vidas.
Cómo puedo ser tan imbécil de depender de tus ronroneos a media luz
si sé que en cuanto se te ponga la luna enfrente,
vas a brindarle la oportunidad de lamerle hasta la locura.
Pero que no se me olvide,
que no se me olvide que soy mía antes que de nadie,
que llevo la falda con la que se torea,
que soy fuerte y que ser valiente no significa no llorar.
Que no se me olvide qué es reír,
que no se me olvide sentir,
caer, tropezar y cicatrizar.
Que no se me olvide cómo era antes de ti.
Porque también tengo una bala en la recámara
esperando a ser disparada.
Para luego perderse.
Una bala que ha encontrado en tu ombligo el epicentro de la tierra
y que es capaz de hacer reventar un terremoto
si se cuela entre tus piernas.
Tengo una pistola vacía que juega a matar gente,
yo la llamo cordura
y es capaz de llevarte a la décima altura para luego soltarte.
Aparte,
tengo diecinueve motivos por los cuales debería salir corriendo,
porque correrte ya sé que hace quinientas noches
que lo haces en otras camas.
Tengo muchas historias entre las manos
y no sé qué tramas,
pero tú ya no formas parte de ninguna.
No me hagas agarrarme a tus pupilas,
¿no ves que ahora miro al suelo?
miro al suelo porque te dejé el mundo a tus pies,
y tú seguiste bailando como si nada.
Miro al suelo porque veo tus pies moverse al compás de mis latidos, 
porque estás pisando mi corazón
y tú sigues bailando como si nada.
Mira,
mejor vamos a hacer como que no nos hemos conocido,
como si hubiéramos vendido aun programa de prensa rosa un romance inventado.
Y cuando trates de empezar de cero,
llegará alguien que te hará volar sin alas.
Te partirás la boca por quitarle más lágrimas que las bragas
y te darás cuenta de que no sirve de nada un corazón a prueba de balas,
si lo que buscas es que te mate su boca.

Por favor,
decidle que vuelva
que viene el invierno y el frío,
que quiero recuperar lo que fue mío.
No me imagino un otoño sin deshojar sus párpados,
sin ser los hijos vástagos de una generación que no creía en el amor.
No me imagino vivir sin hacer manifestaciones en su cadera
para denunciar lo desacuerdo que estoy con el mundo,
sin decidir si salgo a flote o me hundo entre sus piernas cada noche.
Sin apuntarme al derroche de saliva,
a sus idas y venidas,
a ser su salvavidas en cada derrumbe.
Por favor,
decidle que vuelva.
A quererme.
A dispararme.


Un día

Un día conocí el amor,
conocí el amor y empecé a escribir poesía.

Lo recuerdo porque estuve mucho tiempo después sin poder
olvidarlo
y queriendo recordarlo cada vez que la vida me las daba de lado.

Cada vez que me caía
me acordaba de su boca,
cada vez que me hacían caer
recordaba sus ojos.
Y así en cada dolor, en cada caída
en cada desilusión.

Después me di cuenta de que aquello no era amor,
porque si alguien te quiere es capaz de arriesgarse a quererte a
pedazos.
Pero,
aun así,
me gusta contar que una vez conocí el amor y que por eso
escribo poesía.
Aunque aquello no fuera amor,
ni esto sea poesía.

Palabras

Las palabras que no vas a decirme.
Esas son las duras de verdad.

Las noches son para compartirlas contigo

No podemos perder los nervios, y las ganas de empezar a hacer cosas por primera vez. No podemos acostumbrarnos a lo fácil porque es lo de siempre, y quedarnos a la espera de hacer cosas nuevas que nos dan miedo. Nadie que vivió de verdad nos dirá que hizo lo mismo toda su vida, nadie que no se equivocó sabe lo que es acertar de verdad, nadie que no se haya arriesgado a conseguido sus sueños. Y al final, todo es soñar, mejor con alguien, compartir retos y metas, creerse invencibles al lado de alguien, y no serlo, que nos levanten cada vez que nos caigamos. Y hacer nosotros lo mismo cuando se caiga. Porque hay personas que saben que podemos, mucho antes de que nosotros lo sepamos, hay personas que nos hacen llegar al límite, y saltan con nosotros para superarlo. Los sueños son para compartirlos con alguien, igual que la felicidad, y la vida. Y sobre todo las noches son para compartirlas contigo.

Hay personas que nos hacen vivir

Buscamos dormir al lado de alguien pensando que a la mañana siguiente nos vamos a despertar diciendo, joder, que suerte tengo. Porque no sabemos estar solos, o no queremos. Pero luego encontramos a alguien que nos hace sentir bien, felices, que nos hace la vida más fácil, y no cuidamos a esa persona lo suficiente, y la perdemos, y volvemos a tener miedo a estar solos, a no volver a encontrar a alguien por lo menos igual. Y llega otra persona y nos pasa lo mismo. Y el problema somos nostoros, porque idealizamos el amor, el estar con alguien, el querer a alguien, en vez de vivirlo de verdad, y dejarnos llevar por cada sensación cada minuto. Porque hay cosas que hay qur vivir, y no hay que pensar, y cuidarlas. Y hay personas que nos hacen vivir, que hacen que dejemos de pensar, y que nos cuidan. Y ojalá que no las perdamos nunca.

De propina

La chica se acercó
y me pidió un cigarrillo.
Se lo di,
y de propina
cuatro años de mi vida
y un agujero irreparable en el fondo de mi alma.

De amontonar libros

El amor va de amontonar libros
como hacíamos de niños
para subirnos y alcanzar 
ese que esta en lo alto de la estantería.

E inevitablemente
también
de saber ser escalera
cuando toca
o cuando no quiere hacerlo.

317

Hay personas que podrían 
ser ciudades
porque convierten  en hogar
allí donde vayas.
Son
las razones
los motivos
y las excusas
por las que recorrería
cientos de kilómetros
porque ellas serán
siempre el mejor destino.




Y el mejor destinatario.

Cuando viajo sin ti

Voy a escribir un poema social
que hable de nosotros,
que ser pareja
no es pintarse en un cuadro
y colgarnos en la pared,
ser pareja
es aprender hablarle a la cara al miedo,
encontrar el valor para mirarse por dentro
para ser mas grande por fuera
y encararse a la vida
sin chaleco antibalas.

Si te quedas a mi lado
no quiero que seamos espectadores
en una vida de bajo coste,
quiero ser el protagonista
de todas tus revoluciones,
escupirle a la cara a los ministros,
insultar al presidente,
lazar piedras contra la corona,
fugarnos del país
después de poner una bomba
en la junta anual de tu empresa
y que hablen de nosotros en los periódicos
y en las puertas de embarque de los aeropuertos.

Mi chica revolucionaria
ya se que desfaso demasiado
cuando no duermo,
pero es que cada día
me gusta menos viajar sin ti
e imaginarte perdiendo el tiempo
en esa oficina de mierda
con vistas a la calle más fea de Madrid,
para llegar a fin de mes
haciendo malavares con mil euros.
Tu y yo no somos de contratos
ni de rutinas indefinidas,
somos más de comer helado de cajeta
a las tres de la mañana
y leer poemas en pelotas
después de corrernos juntos,
pero a veces me duele el mundo
y este puto sistema devorapersonas,
y odio a España
y a los banqueros
y a las compañias telefónicas
y a las áreas
y a los obispos
y a los pedófilos
y a los fachas progresistas del congreso.

Y nada,
que te echo de menos
y voy a despedir 
a mi psicóloga para huir contigo, 



                                                                                                              mi chica revolucionaria.



domingo, 29 de noviembre de 2015

Oh dios

[Odio
casi tanto como quiero.]

Odio que llueva
y que el sol evapore los charcos
y el calor seque mi cuerpo
sin dejar espacio al frío.

Odio alimentarme de restos
de todo lo que fue:
moribundos,
insaciables,
apenas laten pero resuenan vivos.

Odio el frío:
solo es una excusa 
para llamar a tu abrazo,
odio
llorar
sin poder contártelo
-como quien se masturba
en soledad
y sin fantasmas,-
odio dormir por inercia
y no por agotamiento.

Odio 
mi falta de presencia ante los destellos,
esta incapacidad mía 
al intentar atrapar las estrellas fugaces
y obligarlas a quedarse,
repeler
todo aquello que signifique abrazarme
por si me daña.

Odio
poder decidir sobre mi muerte
mientras la vida aparece y desaparece
cuando le da la puta gana.

Odio
desconocerme cuando recupero mi pasado
-estoy hecha
de un bucle que rechazo y repito-.

Odio 
tanto
que no sé odiar.

[Odio 
muchas cosas.
pero a ti no podría odiarte.

Porque odio
casi como quiero.

Y contigo
siempre he sido
a doble
o nada.]



IX - Será

Será que por ir a contracorriente
hemos acabado mirando en la misma dirección,
que mientras la gente nos llenaba de excusas
tú y yo solo pensábamos en besarnos,
que justo cuando el mundo se quedaba sin palabras
nos llenamos la boca con acentos de otro mundo
y en cierto modo lo salvamos
-nos salvamos-,
y nos dio a nosotras la compensación.

Será que me levantaste la mirada del suelo
mientras tú mirabas al cielo
y el coche fue algo así como implosionar 
pero de ti para mí,
y viceversa. 

Será que me acariciaste así,
como si fuera de mi cuerpo
terminarán los límites de esta ciudad,
y quise quedarme a vivir en tus manos
más de lo que dura un beso.

Será que no nos esperábamos
y por eso ahora nos vamos,
porque lo bonito de todo esto
es ver que la sorpresa sigue ahí
cuando abres los ojos.

Volverte a ver

Ahora que la vida 
es un laberinto con peldaños,
quiero subirlos contigo de tres en tres.
Y tú sin saberlo.

En realidad esto no es un poema,
es sólo una forma de pensar en ti sin que lo sepas,
de mirarte de cerca sin que me veas,
de colarme por dentro
como las capas de ropa del invierno
para ser la única que no te sobre
cuando entres al metro camino del trabajo
y salga el sol de tu vientre.

Mi corazón es parte de la lluvia
pero no vas a sentir frío 
porque soy un hombre feliz.
Si quieres
podemos hablar de ingeniería forestal,
de los latidos del planeta,
de los viajes que hiciste sin mí a Canarias
 de la hipérbole de un abrazo.

También puedo volver a conocerte cada vez que me esperes
-con la mirada en silencio-
en algún café del centro,
sentada en la mesa del fondo
como si fuera la primera vez.

No sé nada de ti y te conozco.
No tengo derecho,
mucho menos permiso
pero no sabes lo divertido
que puede llegar a ser
pisar charcos con treinta y tantos
y mojarse el alma,
andar ligero de equipaje
porque es la mejor manera de volar sin turbulencias
y mandar un cohete a la luna
con los planes que hicieron por ti,
con la paga extra y el máster,
con el miedo a verse viejo y si pareja.

Encontrarte estaba escrito.
Como si paseas solo por París
escuchando a Damien Rice y llueve.
Conocerte es un peligro
pero aprendí a vivir seguro
sentando al borde del precipicio,
después de sentir con arnés
durante tantos cuerpos
y dormir con una brújula
debajo de la almohada.

Eres un enigma
y a mí me pueden los misterios,
igual que el material de esa pulsera
que baila un tango en tu muñeca
y que solo fue una excusa
para despistar a tus manos,
para atrasar en el reloj de tus ojos
la hora de despedirnos.

Tengo tiempo,
algo de prisa
y poéticamente un problema:
el estúpido deseo de volverte a ver.


Agradezco que existas

No te engañes,
no escupas fuego
hablando de nosotros
y deja de decirme de una puta vez
todo lo que podíamos haber sido
y no somos.

No te engañes, mi vida,
no me eches de menos
si sabes que estoy a tu lado,

que yo siempre estoy aquí
aunque no me veas,
que yo siempre estoy aquí
aunque siempre me esté yendo,
que yo siempre estoy aquí
porque siempre acabo quedándome
y agradezco que existas.

Agradezco que existas
aunque a veces duela,
agradezco que existas,

porque el amor que no quema
no mata
y yo quiero morirme contigo.

Agradezco que existas
porque pusiste todo
donde no había nada,
porque te hice inmensa
y aprendí a amarte
en todas las cosas de este mundo.
Igual que tu me amas
en todas mis versiones,
con todos mis gigantes, 
igual que amaste mi isla,
igual que amaste diciembre
y el sol más ardiente de Mayo.

Así que no te engañes,
que tú y yo encontramos
el misterio de ese lugar
donde no hay ni ayer ni mañana,
y la vida,
nos escogió
como únicos protagonistas
de esta historia. 

Este puto milagro divino

Yo
que siempre pestañeo
cuando pasan estrellas fugaces,
que lloro viendo anochecer en el mar
o escuchando a Ludovico Einaudi
porque me siento
incapaz
de
abarcar
tanta belleza
y eso me llena de tristeza,
que tengo un corazón en dos por cuatro
y un silencio entre los labios,
que temo más a la oscuridad 
que a los monstruos,
que no pertenezco a ningún lugar
porque abandoné mi casa
para cohabitar con mi existencia
y debo mil facturas,
que no confío en quien me quiere
por no salir de mi rutina,
que escribo
porque no soporto mi ruido
y todo lo demás es adorno.

Yo
curo al alcohol 
con mis heridas,
que nunca aprendí a ser feliz
más allá de mi misma,
que me resulta imposible 
mirar a otros ojos más de tres segundos
porque me aterra ser descubierta,
que no sé mentir
pero desconozco cuándo digo la verdad,
que echo de menos mi futuro
y así con todo,
que soy tan minúscula como el punto de una i
y prescindible como una exclamación de apertura,
que te quiero más pero siempre después de ti.

Yo 
que nunca creí en el cielo
ni en la salvación
y que concibo la redención
como un fantasma o un recuerdo...

Permíteme confesarte
a ti,
ángel subido a mi pecho:
que de repente vi tus brazos salados
abriéndose como dos nubes de agua,
tu busto sinfónico inflándose
como un huracán dentro de un volcán en erupción,
tus ojos espumosos destapándose
como las puertas de mi fe ante las certezas,
tu boca llenándose de mandamientos
impenetrables como rocas milenarias,
tus piernas benévolas empapando 
mi suelo de flores anacaradas,
tus dedos silentes ahogándose
entre esdrújulas arrítmicas, marítimas y selváticas,
tu voz glorificada disparando
amor a mis labios resecos y perdidos...

...y aún no me creo este puto milagro divino.

domingo, 22 de noviembre de 2015

.

Por mi suerte o vuestra desgracia, 
sigo siendo yo la que me pongo la pistola en la sien
y la que decido si apretar o no el gatillo.
No hay más balas para mi que las que yo mismo fabrico
y no tengo más heridas que la que yo me hice por voluntad propia.
Lo bueno de tener el corazón hecho a pedazos es eso,
que las balas de los demás tal y como entran, salen.
En fin, que no necesito la saliva de nadie para curarme,
que eso ya aprendí hacerlo yo solita.
Que, por mi suerte o por vuestra desgracia,
todavía no voy a ser blanco fácil de nadie.
Descargar pistolas, 
la función ya ha terminado.

miércoles, 28 de octubre de 2015

III - A la espalda

Sigues teniendo la misma mirada 
que tienen 
los que lloran a escondidas
y a gritos.

Tu rostro es
un trozo de pena arrancado
de algún domingo,
un cúmulo de ruidos
que solo son silencio,
una senda de cicatrices
que empiezan en tus manos
y se agrandan en tus aristas,
que son tantas como bemoles
colman tu vida.

Sé que te sigues acordando de mí
las tardes de otoño,
que se te empequeñece el corazón
cuando llueve
porque has olvidado
cómo te ardió el pecho
cuando te cogí con mis dos manos
y te hiciste un ovillo herido,
que miras al suelo 
cuando caminas
porque ahora prefieres pisar el presente
y dejar de vislumbrar futuros.

También sé
que sigues guardando secretos
para quien venga
-guárdate bien,
sigues siendo el mejor que tengo-.
Que tu felicidad consiste en el descanso 
y que solo bailas cuando estás despeinada.
Que encuentras placer
al lamerte las heridas,
que te cuesta decir adiós para siempre
porque en tu espalda está toda tu historia.

Claro que lo sé,
amor.

Me bastó mirarte una vez
a través de todos tus cortes,
de tus excusas y de tus huidas,
de la velocidad de tu acento,
de tus palabras puestas porque sí,
de las frases escritas a media voz,
de los mensajes a destiempo,
de tus ojos rearmados hasta los dientes.

Me bastó mirarte una vez,
la primera,
para llevarme toda tu tristeza a mis ojos
y no poder mirarte de otro modo,
y no poder ser de otra manera,
y que no pudieras ser de otra forma.

Pero yo te quise así
y tú quisiste que te quisiera así.

Eres mi tristeza más pesada,
una losa de pena a la espalda.

Pero en ocasiones,
amor,
a veces,
me recuerdo feliz a tu lado,
te rememoro feliz a mi lado.

Y entonces lo entiendo todo.

Kilómetro

En la radio suena...

Iremos a gastarnos unas cuantas noches más
a las calles más oscuras y gastadas de Madrid.

Mañana


Tienes ojos de haber incendiado una ciudad entera
y haberla convertido en cenizas
solo para poder soplar tus deseos.
Y tienes unos dientes de fiera 
(indomable) 
dispuesta a arrancar los barrotes que enjaularon la belleza de la vida.

Tienes el andar del viento en mi ciudad,
es decir,
azotando las aceras.
Las mismas a las que te caes cuando te ganan las circunstancias
y te vacías el alma en noches sin luna a la que gritar,
a la que aullar,
por qué el mundo no se puede apagar por un instante 
respirar,
y sonreír.

Llega un momento en el que te paras a pensar 
y no sabes quién está más cansado
si el soldado que está en la guerra
o la familia que sigue esperándole a la hora de la cena.
Que no sabes quién persigue a quién
si la luna al sol,
o el sol a la luna
o tú al sol.

Tienes un rugido de venas
que bien podría ser
el canto de una sirena.
Porque el que lo escucha acaba prendiendo 
y rendido ante la mínima posibilidad 
que supone compartir mar.
Y bandera.

Sin embargo,
yo soy más de compartir dolor
y herida.
De dispararme a mí en el pecho
antes que verte a ti desangrarte.
Hay veces que la saliva no es suficiente.
Hay veces que las bocas se quedan pequeñas,
cómo no te iba a pasar eso a ti
con esas fauces y ese aviso
en cada beso de: te estás metiendo en la boca del lobo.

Ahora entiendo muchas cosas,
entiendo tus <<quédate, por favor, no te vayas>> que me decías con tanto dolor.
Entiendo ese <<me curas>> que me decías siempre que nos veíamos,
es fácil ser cura si te compraran con la enfermedad.
Y me insulto a mí misma,
me culpo,
me odio a mí misma por dejar que esto pase.

<<En la salud, y la enfermedad>>
hasta que la mierda nos separe.

Y me sorprendo volviendo al terreno de guerra,
esta vez sin más armas
que yo misma.

Luchar.
Quizás es porque he visto a mi madre toda su vida haciéndolo, 
no la he visto rendirse ni con la muerte a dos pasos de ella.

Y si me preguntáis por qué os lo digo,
porque el motivo por el que se enamoró de mí
es el mismo motivo por el que yo me quiero a mí misma,
porque soy
valiente.
Y eso es algo que solo el enfermo puede serlo,
por mucho que la enfermedad le pise los pies.







lunes, 26 de octubre de 2015

Un beso

Un beso que solo sepa hablar de ti.

Un beso que cierre de golpe la soledad,
que se apoye sobre la herida,
un beso que cauterice.

Un beso que enseñe un nuevo concepto del amor,
un  beso que detenga la memoria.

Un beso que conmueva a las estatuas,
que destroce la cordura,
que lleve tu nombre, que hable de ti,
que salte de tu boca
hasta mi vida.

Un beso que venga hasta esta habitación
y nos deje, al fin,
el futuro bien doblado
en los armarios del porvenir.

Uno con el que nos digamos todo
-Aunque no haya nada que decirse-,
el beso que me debes,
el beso que te debo,
ese beso
que nunca vas a darme.

Gilipollas 62

Cuando una puerta se cierra, dime qué cojones importa que se 
abra una ventana si te has pillado los dedos.

Para sentirte como me siento tendrías que ser faquir

There's a party in my head and no one is invited
and you will never come close to how I feel.


La próxima vez que digas que te duele lo mismo que  a mi voy a córtate
le lengua para que sea lo último que digas. Pues si algo saco en claro del tiempo
que pasé contigo es la oscuridad. Eso y que cuando me muera, por muy mala 
que haya sido con otros, no voy a ir a un sitio peor.

Recuerdo la primera vez que te vi. La recuerdo porque pensé que no me 
haría falta ver la aurora boreal, ni Valparaíso, ni la extinción de las avispas. 
Lo recuerdo porque pensé que ya había visto todos los deseos que pedí cuando
me pedían en los cumpleaños que los pidiese.

Y ahora mírate,
te has convertido en ese tipo de gente que tapa un paisaje precioso en las fotos
con su presencia sólo para atestiguar que ha estado allí.
Y así conmigo.
Y así con todo.

Me hiciste no querer volver a sonreír por no querer volver a sonreír por nada.
Vivir en la sucesión de unos días debatidos entre querer dormir y no querer
que fuese mañana.

No le digas a alguien que le sigues queriendo si no es haciendolo,
Me hiciste inmune a la belleza. Y ser inmune a algo se parece demasiado a
estar enfermo de algo.

A veces pienso que me besabas con los ojos muy cerrados solo para no ver a 
quien estabas haciendo daño. Que si me encontrases espiando entre tus cosas,
probablemente me hallaria en la basura. Que fui una anestesista a la que ma-
taste sin cuenta atrás, sin anestesia.

Tú eres todos mis fantasmas. Volver a volver a volver a acostarme contigo fue
lo más parecido a la necrofilia que he hecho en la vida.

Me tenías a tus pies. Yo tardé años en darme cuenta (qué es lo más lejos que 
se puede tener a alguien),

Tanto me doliste que tuve que hacerme daño en  mil quinientos diecinueve
sitos diferentes para olvidarte.

Ahora que no te recuerdo tampoco recuerdo la cura de los mil quinientos
dieciocho.

A menuda digo que estoy en paz con mi pasado sólo por no decir que per-
dono lo imperdonable, pero estoy en paz con mi pasado.

Sigo viva, guardar rencor y odio es como dormir entre tarántulas.
Desear el sufrimiento ajeno nunca ha aliviado el propio.

No quiero saber nada más de ti, pero si algún día no sabes quien eres:
ven y te lo recuerdo.

A fin de cuentas, el amor es una madre en la puerta de un colegio diciéndole
a su hijo ''al menos dime quién te ha hecho eso''.

Pero yo nunca te delataría.