miércoles, 28 de octubre de 2015

Kilómetro

En la radio suena...

Iremos a gastarnos unas cuantas noches más
a las calles más oscuras y gastadas de Madrid.

Mañana


Tienes ojos de haber incendiado una ciudad entera
y haberla convertido en cenizas
solo para poder soplar tus deseos.
Y tienes unos dientes de fiera 
(indomable) 
dispuesta a arrancar los barrotes que enjaularon la belleza de la vida.

Tienes el andar del viento en mi ciudad,
es decir,
azotando las aceras.
Las mismas a las que te caes cuando te ganan las circunstancias
y te vacías el alma en noches sin luna a la que gritar,
a la que aullar,
por qué el mundo no se puede apagar por un instante 
respirar,
y sonreír.

Llega un momento en el que te paras a pensar 
y no sabes quién está más cansado
si el soldado que está en la guerra
o la familia que sigue esperándole a la hora de la cena.
Que no sabes quién persigue a quién
si la luna al sol,
o el sol a la luna
o tú al sol.

Tienes un rugido de venas
que bien podría ser
el canto de una sirena.
Porque el que lo escucha acaba prendiendo 
y rendido ante la mínima posibilidad 
que supone compartir mar.
Y bandera.

Sin embargo,
yo soy más de compartir dolor
y herida.
De dispararme a mí en el pecho
antes que verte a ti desangrarte.
Hay veces que la saliva no es suficiente.
Hay veces que las bocas se quedan pequeñas,
cómo no te iba a pasar eso a ti
con esas fauces y ese aviso
en cada beso de: te estás metiendo en la boca del lobo.

Ahora entiendo muchas cosas,
entiendo tus <<quédate, por favor, no te vayas>> que me decías con tanto dolor.
Entiendo ese <<me curas>> que me decías siempre que nos veíamos,
es fácil ser cura si te compraran con la enfermedad.
Y me insulto a mí misma,
me culpo,
me odio a mí misma por dejar que esto pase.

<<En la salud, y la enfermedad>>
hasta que la mierda nos separe.

Y me sorprendo volviendo al terreno de guerra,
esta vez sin más armas
que yo misma.

Luchar.
Quizás es porque he visto a mi madre toda su vida haciéndolo, 
no la he visto rendirse ni con la muerte a dos pasos de ella.

Y si me preguntáis por qué os lo digo,
porque el motivo por el que se enamoró de mí
es el mismo motivo por el que yo me quiero a mí misma,
porque soy
valiente.
Y eso es algo que solo el enfermo puede serlo,
por mucho que la enfermedad le pise los pies.







No hay comentarios:

Publicar un comentario