Quiero que me digas que me amas.
Quiero que parezcas amarme de verdad.
Quiero que padezcas de amarme en este momento y que
nada pueda detenerte de perderte.
Que te pongas nervioso,
que te quites importancia
y entonces con voz de ultimo intento:
te amo
te amo
te amo
entre cientas te amo
y te besaría si aun cien labios se abriesen en mi nombre.
Necesito que me digas ahora que
dispararías contra todas las sirenas,
que ellas cantan la misma puta canción
y que, sin embargo, yo
y yo
y yo
y yo
me repito,
siempre diferente,
siempre igual de igual.
Me urge que has memoria y que
de los mil peces que hay en el mar
solo te duela el cuarto segundo en el que yo no te recuerdo.
Que no te quepa mi nombre en la boca
que jugueteen las letras entre tus carrilos
y me vomites ramos de colores y regaliz
que me ames
y me ames
y me ames
que toleres que no te ame
que no soportes que lo hagan otros
que conjures para que me odien
y me odien
y me odien.
Que me augures la peor de las torturas en las cosquillas ajenas.
Que no temas por mi salud mental
que te dé miedo que parta una cara
y en ninguna mitad halles tu rostro.
Quiero que me des tu palabra
y morir en el acto.
Que las ganas de hacerme el amor
te lleven hacerme desgraciado si no es ahora,
si es más tarde,
si no es contigo.
Que me hagas testamento,
que me escribas
y me escribas
y te escriba
que me asistas como a un funeral en el que se te escapa la risa
justo al lugar donde están enterados toso mis dientes de leche,
y te pillen exhumando mi inocencia
los que creyeron que la había perdido.
Que me llames,
y me ames
y te ame
como si a la tercera,
por fin,
fuese yo la vencida.
No es él quien escribe cuando no es a mí.
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